
La gran ilusión
La gran ilusión, de Eduardo de Filippo con versión de Lluís Pasqual.
Siempre me provoca una enorme emoción ir “al San Martin”, un lugar lleno de historia que a su vez es una parte inolvidable de la propia. Desde muy chica, tengo recuerdos en sus salas y una sensación placentera que se renueva cada vez que asisto. Esta vez la fiesta es completa, porque es la primera palabra en la que pienso para definir esta propuesta.
La gran ilusión (basada en el libro “La gran magia” de Eduardo de Filippo) nos sitúa en la Mar del Plata de los años 50, donde una pequeña compañía teatral intenta ensayar una escena en medio de las interrupciones de un novato apuntador.
Esta especie de introducción establece un juego con el público donde nos convierte en cómplices y testigos de lo que sucederá durante el segundo acto.
Al principio estos primeros minutos, aunque muy entretenidos y destacables, no parecen tener mucho sentido. Sin embargo, sirven para sentar las bases de la convención teatral. Una ficción, donde las personas que participan aceptan formar parte de esa ilusión sabiendo que al finalizar cada uno volverá a vivir su vida.
Lo que sigue es también una ilusión en la que el personaje quedará atrapado sin poder distinguir el límite entre realidad y ficción.
La obra, sumamente atrapante, nos hace reflexionar hasta dónde nos puede llevar el sostener una ilusión y la elección de la fé como sostén. Desde el impulso que nos permite animarnos a nuevas experiencias hasta el temor por que nuestras creencias se derrumben en el abrir y cerrar de una caja.
La puesta en escena es atractiva y estimulante; las luces de colores, la música, el vestuario y el recuerdo de una Mar del Plata en su época de fulgor generan en los espectadores la alegría de ser partícipes de esta celebración teatral.
Con un elenco de lujo, todos los intérpretes tienen su momento de destaque. Entre los más reconocibles quiero resaltar el excelente trabajo de Pablo Mariuzzi, Patricia Etchegoyen, Nacho Gadano, Elvira Onetto y la siempre radiante Alejandra Radano.
Párrafo aparte merece la actuación de Marcelo Subiotto en el rol del ilusionista. Una verdadera creación que desarrolla con creatividad, gracia y ductilidad. La concordancia orgánica entre lo que dice y sus movimientos hace que el personaje sea creíble y seductor.
Un lujo para la cartelera porteña contar con este espectáculo de Lluís Pasqual.
Valeria Argenzio @yohablofuerte
Ficha técnica
Elenco: Marcelo Subiotto, Patricia Echegoyen, Pablo Mariuzzi, Alejandra Radano, Nacho Gadano, Elvira Onetto, Yanina Gruden, Paco Gorriz, Pablo Razuk, Santiago Sirur, Ignacio Sureda
Performer: Ema Peyla o Luz Benavento
Músicos: Santiago Sirur (cantante), Shino Ohnaga (acordeón), Germán Martínez (guitarra), Ernestina Inveninato (violín y mandolina)
Coordinación de producción: Eliana Staiff, Gonzalo Bao, Gustavo Schraier
Producción técnica: Fernanda Blengio, Ana Carolina García
Coordinación técnica de escenario: Rosana Rodríguez, Lucas Pulido
Coordinación de talleres escenográficos: Luciana Hernández
Coordinación de talleres de vestuario: Camila Ferrin
Asistencia de escenografía: Estrella Villamayor
Asistencia de vestuario: Mariana Seropian, Martina Nosetto
Adaptación local del texto: Fernanda Cava
Entrenamiento y asesoramiento de magia: Guillermo Flores
Dirección de casting: Norma Angeleri
Video: Moreno Pereyra
Director asistente: Edgardo “el Negro” Millán
Música y dirección musical: Julián Vat
Diseño y adaptación de iluminación: Omar San Cristóbal
Diseño y adaptación de escenografía: Vanesa Abramovich
Diseño de vestuario: Renata Schussheim
Dirección: Lluís Pasqual