Museo Beresford

Museo Beresford

Mucha gente. Colas para entrar a los teatros. Colas para el cafecito previo. Peregrinaciones en busca de la infaltable pizza después de cada función. Personas aglutinadas mirando extasiadas algún artista callejero. Rituales de la noche Porteña. Más gente. Ladies and gentlemen, bienvenid@s a Calle Corrientes.

Encuentro con amigas. Ir al teatro siempre es un muy buen plan. Genera comunión e invita a la reflexión existencial. En esta ocasión, nos sumergimos en el universo de Museo Beresford; universo en donde todo es posible: desde cuadros que rotan solos, hasta copas con bebidas espirituosas flotando por el aire. 

La trama de esta obra gira en torno a cinco personajes camaleónicos envueltos en  secretos ancestrales. Peteco, Titina y Neneco son convocados por Clara al departamento de la tía Justina para la lectura de su última voluntad. La locación es en sí emblemática: San Telmo; barrio que alberga historias coloniales, reminiscencias de invasiones foráneas y vestigios de la sociedad patricia de una Buenos Aires de otros tiempos. (¿O de estos también?)

Cumbre de primos. ¡Cuántos relatos ocultos en las familias! Ésta, en particular, tiene secretos de toda clase. Y son, precisamente, las diferencias de clase las que - en gran parte- generan escenas con diálogos desopilantes; como los vituperios del pituco Peteco, los discursos de Titina a los desprotegidos y los exacerbados reclamos de Neneco que pelea por la aceptación de su identidad. Sin olvidarnos, de la siempre leal Clara que también busca ser reconocida en sus derechos por esta tríada disparatada. Finalmente, Justina, que cual gran titiritera, maneja los hilos de la acción dramática con sus singulares “apariciones”.   
                  
La ocurrente y dosificada seleccion de clichés típicamente Argentos pone de manifiesto los blancos, los negros y los grises de nuestra sociedad. Lo “políticamente incorrecto” incomoda pero apela a la introspección, al encuentro con nuestras verdades a medias, hipocresías y mediocridades. Porque más allá de referencias al folklore local, esta obra apela a la reflexión acerca de la intolerancia a lo diferente o a lo que está fuera de la norma - según la mirada sesgada de los Petecos del mundo. 

El público ríe prácticamente durante los 70 minutos de la obra. Esa risa contagiosa que refleja una complicidad que hermana y disuelve las grietas. (¡Tan necesaria en esta contemporaneidad que bordea muchas veces lo distópico!) La sala vibra con la energía de los personajes.  Vive y da vida. ¡Un brindis por la magia del teatro y las descollantes actuaciones de esta noche! 

Museo Beresford no defrauda. 
 

Por Gisel Sevilla - @giselu2

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