40 segundos de diámetro

40 segundos de diámetro

Cuarenta segundos hacen falta únicamente para recorrer caminando el perímetro de una isla caribeña que no parece ser un destino soñado. Rápidamente nos enteramos el motivo del título pero lo que está oculto es algo más profundo. La obra nos recibe con dos actores en escena coqueteando con el delirio y la locura. Revoleo de ojos desorbitados y miradas fijas a la nada nos sitúan en un clima y una estética clown. Los diálogos ocurren entre gritos que rápidamente nos meten en un estado de alerta y preocupación pero a la vez le dan gracia y sorpresa a cada giro de las conversaciones. Entre charlas hilarantes y reclamos mutuos aparece el tercer personaje que tranquiliza y suaviza la desesperación con una calma que aporta alegría pero deja dudas... Parece estar al margen del peligro mientras canta un desopilante himno a la distracción que los espectadores disfrutamos con intriga y risas. Una carpa en el centro de la escena es la olla a presión donde se cuecen las cuentas pendientes de estos tres amigos que viajan al caribe intentando descansar y repasar anécdotas. Dentro de la carpa los muchachos no consiguen paz, acechados por el miedo y la desesperación que no imaginaban encontrar en esta isla diminuta llena de ratas. Fuera de la carpa los personajes repasan la historia recuperando la cordura que la memoria aporta. La estadía es intensa o más bien tensa y los reproches crecen entre sueños y una manera circense de contar el vínculo de hombres que se aman y se odian. La obra entera retrata un ambiente masculino, una descripción pocas veces vista de la interacción entre varones. Olvidaron la comida y las cartas, no hay mucho para hacer y el peligro crece de manera inesperada. El miedo se vuelve protagonista y se transmite a la audiencia con exquisitez. Los hechos en el interior de la carpa se entrelazan con el historial de los amigos que uno a uno nos cuentan con maestría y absoluta coherencia algunos detalles de los recelos que ninguno reconoce pero todos conocen, originados en su propio pasado. Los hechos son literalmente una obra en construcción que avanza ladrillo por ladrillo o más bien tela sobre tela para armar la carpa, la trama, a lo mejor un plan y una estadía bastante incomoda que nos hace dudar sobre el motivo por el cual los pibes fueron a ese lugar que ya podemos confirmar: de paradisiaco no tiene nada. En la platea nos preguntamos si estos tres podrán aguantar toda la noche entre desacuerdos y ratas grandes como un perro chiquito que tal vez buscan la miseria humana en lugar de comida. Lograda puesta en escena llevada a cabo por tres actores versátiles que oscilando entre delirio grotesco y perfecta lucidez dan forma con humor, drama y suspenso a lugares oscuros de la amistad, la masculinidad y las relaciones humanas.
 

Por Agustín Touceda - @chulotarq

Compartí

Comentarios

Para comentar por favor inicia sesión.