
A los estatales: alambradores de la Nación
Los conquistadores españoles, luego de la lengua y la religión nos impusieron, en tercer lugar, la burocracia. De la misma forma en que la Metrópoli española usó la burocracia para dominar a las colonias americanas y el Estado Argentino de la segunda mitad del XIX sometió a esa vasta llanura que parecía indómita con el alambre con el que cercaron los campos y ataron las vidas de los gauchos al trabajo de peón.
La burocracia es eso que molesta pero sostiene un poco todo y que se teje desde tiempos de la colonia entre imprescindibles covacheros capaces de operar con singular maestría la delicada maquinaria estatal y empleados que nadie sabe desde cuándo o para qué están.
Nación Alambre se presenta como una obra que habla del 2001 pero en el fondo habla de la realidad del trabajo estatal desde adentro. Está repleta de guiños y detalles para despertarla risa nerviosa de los estatales.
Quienes trabajan en una oficina estatal saben que es a la vez la sala de máquinas del Estado moderno que sostiene el día a día de los ciudadanos y la nave de los locos que parece no saber a dónde ir. Es un lugar lleno de gente imprescindible que se encarga del cierre de un convenio internacional mientras trapea los pisos de la oficina que dirige porque se quedaron sin personal y de gente que se cansa hasta de sostener su propia sombra, de gente que conoce los vericuetos de las normas y es capaz de hacer el trabajo que en cualquier otro lugar se asignaría a 5 personas y gente que escribe en una máquina de escribir sin papel o decide aprender a tocar la flauta en la oficina.
La obra comienza con el Edecán presidencial (José Luis Ferrer) y Leonardo (Diego Enrique), el secretario de presidencia, destruyendo papeles que se amontonan en un rincón pero se derraman por todo el escenario. En seguida llega nuestra protagonista, María (Brenda Pisanu), que, con ánimos de recién venida se dispone a relevar a Leonardo en un puesto de la secretaría privada de presidencia. María atravesó la convulsionada Plaza de Mayo del 21 diciembre de 2001, un día después de la primera de la larga lista de renuncias presidenciales que marcó ese período.
La pila de papeles que se amontonan a medio destruir en el escenario muestran el corazón de la burocracia. Pero esta también anida en la lista de instrucciones del día a día que le pasan a María, las que de pronto se convierten en una larga serie de repeticiones. Las repeticiones acompañan al ridículo total de la obra que comienza por un árbol en medio de una oficina y acaban en una estufa que se convierte en protagonista de los acontecimientos y el colmo del sinsentido.
Es que en la repetición reside la magia de la burocracia. A todos molesta hacerlo por triplicado pero nadie se atreve a cambiarlo porque hay algo en un Estado que es una delicada maquinaria de provisionalidad permanente en la que todo, a fin de cuentas, asombrosamente funciona. El Estado "atado con alambre" como los arreglos de Gastón (Matias Pugliese), funciona en un equilibrio inestable siempre a punto de romperse pero resultando ser a prueba de toda contingencia. La llegada de lo nuevo y la promesa de un cambio con que se abre la obra se muestra como siempre a punto de concretarse y siempre fallando.
En la dialéctica entre lo nuevo y lo viejo se encuentra el mozo Ángel (Yan Androszczuk) que permanece y es a la vez la memoria de los que se van y el protector de los que llegan. Pone todo en una perspectiva más humana en la que la anécdota y la esperanza se contraponen a la urgencia y la angustia de los restantes personajes que son atravesados por el presente. Esa perspectiva está también representada en el encargo que hace Leonardo a María sobre el jilguero que finge que es lo único que le interesa. En la oficina se despliegan desde el compañerismo hasta el odio, desde la chicana hasta el reconocimiento de un igual en el burócrata del gobierno saliente.
La cotidianidad de la espera de lo diario se mete en la obra con el jilguero para distraernos de lo excepcional del 2001 y para mostrarnos que, al fin y al cabo, en el corazón del poder, están quienes lo hacen que son, sobre todo, demasiado humanos. El uso de frases de la cultura popular que se mezclan entre los diálogos de los personajes es, a la vez una marca de pertenencia de la obra que termina de anclar la referencia de la sátira sobre la burocracia a la realidad argentina y un guiño al público para que entre en esa cotidianeidad de lo propio.
La ridiculez de todas las situaciones que desesperan o generan ansiedad en los personajes, despiertan la risa del público. El humor físico que predomina y que está también reforzado por una vestimenta y un maquillaje que sugiere algo del cine mudo, tiene su epítome con la llegada de la médica (Gaby San). A veces la única forma de hablar del trauma es la risa y eso se ve en la ridiculización de los personajes oscuros de la política encarnados en “el prensa” Alejo VIllanueva (Gabriel Scanga) que, disfrazado de villano, esparce su arrogancia en chicanas de la rosca política que acaban con las cachetadas fallidas del más clásico slapstick.
En el momento en el que la protagonista se para a pensar en la calle e intenta hacer ingresar ese exterior de manera seriia, con un discurso que piensa en el presente y el futuro pero que coquetea con las esperanzas de la campaña política y el moralismo de la columna política, ahí, cuando por fin parece que algo va a cambiar, se derrumba todo para volver a empezar.
Es la mirada a ese pasado angustioso lo que genera la risa de Guadalupe Pita Monzón que, además de haber escrito esta pieza basada en sus propias vivencias, encarna a Silvita, la jefa de María. La tragedia de la calle intenta entrar en la casa rosada pero siempre se ve superada por lo disparatado de la situación, la urgencia de los personajes, la desesperación de los que se van, la pedancia de los que llegan, la tranquilidad de los que siempre están. Todo es prisas por acomodar el lugar en una espera que no va a ninguna parte.
Al comenzar la obra nos recibieron cálidamente en el foiller con un vasito de vino (cortesía del Teatro Astrolabio) y la invitación a tomarnos fotos con la banda presidencial, ahí mismo pudimos ver una serie de fotos y recortes de diarios icónicos de lo que sucedía en las calles del 2001, que aparecen siempre como trasfondo o presupuesto de la obra pero nunca como el tema central. El trágico exterior de la plaza y los detalles de las intrigas palaciegas son algo que amenaza con meterse de lleno en la obra pero que nunca entra, incluso cuando parece que se van a colar los gases lacrimógenos y el tumulto externo, el sinsentido del interior gana y con este persevera la risa del absurdo. Tras los aplausos finales nos invitaron a pasar al escenario a revolcarnos en el mar de papeles de la burocracia y a sacarnos una foto con la banda presidencial. El final hace que, lo que una vez se vivió como una tragedia, ahora se repita como farsa haciendo que quienes mirábamos desde afuera, situados en esa Plaza de Mayo imaginaria que observan los personajes, nos convirtamos en la realización del deseo de esas calles del 2001 del pueblo ingresando a la Casa Rosada y presidiendo el país.
Por Javier Echarri - @javitojso
SINOPSIS
21 de diciembre de 2001, día posterior a la renuncia del entonces presidente argentino. Oficina de un secretario presidencial de la Casa Rosada en plan desarme. Afuera se escuchan estruendos, explosiones, bombos, ruidos de cacerolas furiosas y canciones de protesta. La gente canta el himno. Adentro las máquinas de cortar papel trituran cuanta evidencia pudiera quedar. María, una joven asustada pero entusiasmada por la tarea encomendada -recibir al próximo presidente- llega a la casa de gobierno. Apenas si sabe qué tiene que hacer en medio de ese caos nacional. Y la realidad supera lo que jamás hubiera podido esperar.
¿Quién gobierna? ¿Qué es lo más importante para el gobierno? ¿Quiénes sostienen al Estado? ¿Quién es el responsable de que todo funcione?
Una hilarante historia basada en dolorosos hechos reales.
FICHA TÉCNICO ARTÍSTICA
Autoría: Guadalupe Pita Monzon
Actúan: Yan Androszczuk, Diego Enrique, José Luis Ferrer, Brenda Pisanu, Guadalupe Pita Monzon, Matias Pugliese, Gabriela Sanchez, Gabriel Scanga
Escenografía: Ana Josefina Lettieri
Diseño sonoro: Sergio Falcón
Realización de escenografía: Lola Gullo
Diseño gráfico: Mariano Sgallini
Asistencia de dirección: Guadalupe Pita Monzon
Dirección: Sergio Falcón
Agradecimientos: Mariano Saba
✨ NACIÓN ALAMBRE
🗓️ Viernes - 21:30 hs - Hasta el 11/08/2023 y Del 25/08/2023 al 27/10/2023
🎭 EL ASTROLABIO TEATRO
📍 Terrero 1456