Recordando tu expresión

Recordando tu expresión

Mi amiga y ávida lectora Eulalia Lascar me ha hecho un gran favor.  Ante mi pedido de una recomendación me prestó un libro que estoy devorando: “El hombre que amaba a los perros” del célebre escritor cubano Leonardo Padura.

Novela tan extensa como atrapante centra su eje en parte de la vida y trágica muerte del revolucionario ruso Liev Davídovich Bronstein, popularmente conocido bajo el apelativo de Léon Trotsky.

Sin caer en mayores detalles sobre la historia que Padura relata, transcribo un pasaje en el que uno de los protagonistas, el nobel periodista Iván y su mujer Raquel, comparten pareceres sobre el misterioso señor López de quién acaban de despedirse:

—Qué hombre más extraño, Iván—me dijo entonces Raquelita.

— ¿Qué tiene de extraño? ¿Que es extranjero y está enfermo? ¿Que dice que París es una mierda?

—No. Es que tiene algo oscuro que me da miedo—comentó ella y yo no pude evitar una sonrisa. ¿Algo oscuro?

Este fragmento con el que finaliza uno de los capítulos de la citada obra me retrotrajo de inmediato a un evento que había olvidado y que se encontraba arrumbado en algún rincón polvoriento de mi memoria.

Deben haber transcurrido unos veinte largos años desde que sucedió este hecho que relataré. 

Llovía copiosamente sobre el barrio de Belgrano. Tras protegerme del aguacero dentro de mi auto en la esquina de Juramento y Vuelta de Obligado, alguien golpeó insistentemente el vidrio de la puerta del acompañante.

Al girar mi cabeza vi a un anciano empapado intentando comunicarme algo que en un primer momento no logré comprender. Agudicé el oído y escuché.

—¿Me puede llevar hasta Monroe?— dijo con tono candoroso.

Sin vestigio de riesgo alguno accedí al pedido de ayuda: nada malo podía suceder con este tierno viejecillo, pensé.

Sin embargo, tan  pronto acomodó su añeja osamenta en mi auto, algo extraño me sucedió.

No puedo explicarlo con mayor precisión. Quizás su inmediato silencio o tal vez su fría mirada de lobo me produjo una incomodidad absoluta. Sin intentar el más mínimo diálogo fijó su mirada en las gotas de lluvia sobre el parabrisas y así transcurrimos las cuatro escasas cuadras que distaban de su destino. Una vez que arribamos al lugar indicado me dedicó un falso agradecimiento y tras descender del automóvil dejó en mí una certeza incomprobable: ese anciano había asesinado a un hombre. 

Como la Raquelita de Padura construí muy probablemente y de manera injusta un perfil “oscuro” a partir de solo una intuición o un silencio. No conforme con esto formulé un supuesto: años atrás, el anciano habría cometido cruentos crímenes de lesa humanidad en nombre de la última dictadura militar. 

Hoy, casi tres décadas después y a pesar de haberlo olvidado durante tantos años, no dudaría en titular este recuerdo como “Un asesino en mi Fiat 125”.

¿Son fiables los recuerdos? ¿Somos capaces de manipularlos? ¿Deciden de manera caprichosa volver a nosotros?

El título de una obra de teatro me convoca y la suerte de mi lado hizo que Greta Guthauser (una de las actrices) me invite a verla. Sin dudar acepté y el viernes me hice presente en el espacio “El grito”, ubicado en el barrio de Palermo. 

En “Simplemente me acuerdo”, Rose -personaje interpretado por la carismática Alejandra Oteiza- recorre escenas de un pasado supuesto, quizás cierto o tal vez creado, tras ser invitada al convite por el misterioso personaje que en el inicio de la obra encarna la múltiple Greta Guthauser. Tomando como guía su diario íntimo, Rose atravesará gratos y tristes pasillos del laberinto de sus vivencias pasadas.

Para construir este espacio del recuerdo, una escenografía minimalista conformada por cuatro cubos negros es la topografía que habita el escenario, a la vez que una pantalla de video proyecta las imágenes que recrean parte de lo que bien podría rememorar la mente de Rose.

Consultado sobre la memoria y el recuerdo, mi amigo y adversario de ajedrez, el licenciado en psicología Ángel Páramo, nos responde desde Londres y en exclusiva para Circular de Arte (un lujo): “Ante los recuerdos, la memoria es reconstructiva. El hecho recordado sufre modificaciones propulsadas por nuestro estado de ánimo actual, así como el coyuntural al momento de acontecer el evento. Su morfología también es atacada por estereotipos y la influencia del parecer de terceros con los que compartimos nuestro relato. En síntesis: recordar no es traer a la mente un evento, sino reconstruirlo a través de nuestra subjetividad”.

Lo que dice Páramo sintoniza a las claras con lo que sucede en “Simplemente me acuerdo”. A pesar y a sabiendas de esto, la obra no puede evitar la nostalgia, consecuencia casi insoslayable de los recuerdos adorables, como así  tampoco la congoja, resultado angustiante de los más funestos.

“Simplemente me acuerdo” es una obra dinámica y divertida, aunque despierta también emociones individuales manifestadas por las lágrimas que se perciben en varias de las personas sentadas entre el público.

Las intérpretes son maravillosas y se conjugan a la perfección. El histrionismo de Oteiza se apoya en la comodidad que su coequiper Guthauser le brinda a través de sus numerosos personajes.

Escrita por Roberto Cappella y dirigida en tándem junto a Emiliano Marino, la obra vibra a un ritmo sostenido respetando los  climas más intimistas, también gracias a  una técnica impecable a cargo de Leopoldo Minotti y a la música y el diseño sonoro de la excelsa Laura Vázquez.

También cabe destacar el vestuario de Facundo Ariel Veiras, preciso en cada uno de los personajes.

Recomiendo esta obra para todo público que se anime a ser conducido hacia el territorio de sus propios recuerdos: tanto a los buenos como a los malos.

Seguramente “Simplemente me acuerdo” se gane un lugar en los espacios que su memoria reserva para en el futuro evocar los buenos momentos vividos, aunque indefectiblemente lo haga con su impronta, de la misma manera que lo hago yo en este momento que escribo.


Por Marcelo Valerga - @teatrodibujado
Edición Mayra Lucía Caiza - @mayracaizac

 

SINOPSIS

Allá se está muriendo.
Acá está más viva que nunca.

Allá se apaga.
Acá brilla con una luz enceguecedora.

Allá intentó, pero no pudo.
Acá no hay límites.

Allá no la dejaron.
Acá nadie puede impedirlo.

Allá no se rindió nunca.
Acá tampoco.

Acá y Allá.
Allá y Acá.

Mientras la vida se le escapa entre suspiros, Rose revive los pasajes de su vida grabados en un pequeño cuaderno que llevó consigo siempre. Allí encontrará momentos inolvidables y otros que había encerrado en lo profundo de su ser. Una obra que intenta ahondar sobre la necesidad de encontrarse a uno mismo y la dulce calma que sucede cuando se lucha hasta el final por lo que uno más ama y cree.

 

FICHA TÉCNICA
Dramaturgia: Roberto Cappella
Actúan: Greta Guthauser, Alejandra Oteiza
Vestuario: Facundo Ariel Veiras
Diseño De Sonido: Laura Vázquez
Música original: Laura Vázquez
Diseño De Iluminación: Diego Bellone
Fotografía: Nacho Lunadei
Asistencia de vestuario: Analía Schiavino
Asistencia de dirección: Micaela Valiante
Producción Audiovisual: Leopoldo Minotti
Producción: Rem
Dirección Audiovisual: Leopoldo Minotti
Dirección: Roberto Cappella, Emiliano Marino 


✨ SIMPLEMENTE ME ACUERDO
🗓️  Viernes - 22:30 hs - Hasta el 25/08/2023
🎭 EL GRITO
📍 Costa Rica 5459

 

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