El lenguaje es una fiesta

El lenguaje es una fiesta

Estados Unidos, mediados de la década del 40.
Un grupo de jóvenes universitarios estudiantes de letras se reúne a diario. Comparten y producen prosa y poesía inspiradas en aficiones culturales en común: el jazz es tan solo un ejemplo de ellos.
La libertad que expresa esta corriente musical bien podría utilizarse como ejemplo de lo que este grupo literario más luego cristalizaría tanto en su arte como en su estilo de vida.
Contraculturales por naturaleza desafían los valores más arraigados de una sociedad estadounidense por entonces profundamente conservadora.
La experimentación es parte fundamental de la experiencia y la aplican tanto a la literatura como al sexo y a las drogas, así como también se sumergen en el estudio de la filosofía oriental.

Generación Beat es el nombre que los define y de sus cuatro fundadores (Lucien Carr, Allen Ginsberg, William Burroughs y Jack Kerouac) es William el que ocupa nuestra atención en esta oportunidad.
De costumbres y gustos controversiales para la época, Burroughs no supo ni quiso respetar los condicionamientos que le exigían las reglas sociales preestablecidas.
Se reconoció homosexual a temprana edad en tiempos poco propicios para tamaña valentía. Pero no solo fueron los hombres los depositarios de su pasión: las drogas ilegales y las armas de fuego formaron también parte de su escandaloso universo y  un cóctel fatal que con los años desencadenaría el hecho más trágico de su tumultuosa vida (lo invito a investigar).

Dentro del cúmulo de exotismos que conformaron la existencia y la obra de este eximio escritor, encontramos la teoría por él enunciada que, muchos años más tarde y en un tierra tan lejana como  la Argentina inspiraría a la obra “La lengua es un músculo, pero el lenguaje es un virus”  de Gabriel Wolf y Diego Carreño.
Según William el lenguaje es un virus; un maldito virus que instalado en nuestras mentes construye los pasajes y lo que es aún peor, los límites de nuestro pensamiento.
Algo de verdad debe haber en esta premisa dado que solo su condición viral puede haber enfermado a estos dos dramaturgos a punto tal de querer construir un texto tan gracioso como complejo.
Quién le pone cuerpo y voz al único personaje de la obra -a excepción del loro Reflu- es Diego Carreño que bajo la dirección de Gabriel Wolf hace equilibrio sobre la cuerda del histrionismo de un modo magistral a lo largo de los 60 minutos aproximados que dura la obra.

Diego compone a un adulto un tanto inmaduro que durante 24 años se aisló en la casa serrana de su familia adinerada con el solo objetivo de presentar la tesis final que lo graduaría como filólogo.
Su trabajo se centrará en la afirmación de Burroughs y utilizará como herramientas probatorias y constructoras variadas figuras retóricas.
“El lenguaje es un virus”; pero también un código, una herramienta de poder, una de seducción y lamentablemente otra de confrontación.

Afortunadamente, y a diferencia de lo que Burroughs pensaba, esta dupla lo utilizó como un juguete y como vacuna, cuyo objetivo es combatir un verdadero virus que sino mortal, por lo menos es acuciante, y que es popularmente conocido como “el mal de la amargura”. Así que acérquese el Viernes a las 22hs a  “El camarín de las musas” y exija su dosis. La disfrutará sí o sí.

Por
Marcelo Valerga - @teatrodibujado
 

SINOPSIS

E. (el protagonista) se encuentra en una casa perteneciente a su adinerada familia, ubicada en la cima de un cerro, en la que ha permanecido por los últimos 24 años, trabajando en la tesis que le permitirá graduarse como Filólogo, u Hombre de Letras. Esta tesis intentará confirmar aquél planteo de William Burroughs del año 1966 en el que afirmaba que “el lenguaje es un virus”.

Con esta premisa, el humor atravesará todo el espectáculo, como principal desafío de creación y de metodología narrativa para intentar acercarse a tamaña trama, utilizando y teatralizando elementos retóricos tales como la paradoja, la metáfora, la paronomasia y la dubitación, entre otros.

Contrariamente a los proyectos anteriores donde abundaban los recursos tecnológicos de este combo humorístico (Digital Mambo, Hombres Delay y Digitales anónimos), en este caso han elegido el minimalismo absoluto como recurso escénico respecto de la narrativa. Un hombre adulto, solo, viviendo en un lugar aislado de toda civilización, acompañado por un loro y un sinfín de artefactos y elementos antiguos que parece amar.

✨ LA LENGUA ES UN MÚSCULO, PERO EL LENGUAJE ES UN VIRUS
🗓️ Viernes - 22:00 hs - Hasta el 24/11/2023
🎭 EL CAMARÍN DE LAS MUSAS
📍 Mario Bravo 960

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